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De la sencillez

"A veces prefiero hablar con obreros y albañiles que con esa gente estúpida que se hace llamar gente culta" Perdón, perdón, perdón! Esta Frida Kahlo que es una mala influencia para mi vida. Recuerdo esa frase de ella y me remonta a este momento.

El señor a mi derecha en la fotografía es el jardinero de la iglesia Santa María de Tonantzintla, ubicada en Cholula, Puebla, en su interior se encuentra decorada con puros angelitos y muchísimas frutas. Cholula se caracteriza por ser un lugar donde existen más de 365 iglesias, casi que una competencia, una en cada esquina. Llegan tantas flores al lugar que al cambiarlas optan por regalarlas a los visitantes.

Cuando me di cuenta por supuesto que fui por las mías, y al encontrar a este señor le pedí que eligiera las que para él fueran las más lindas y me las regalara. Así fue, buscando entre todas las que habían y me las regaló. No venían solas las flores, venía con una sonrisa de esas sencillas y sinceras que le da un desconocido, con esas arrugas que bajo el sol se ponen secas pero que le dan brillo a los ojos, manos curtidas del trabajo duro y pesado que difícilmente sean recompensadas con una vejez de comodidades.

Le pedí una foto.
- ¿Señorita, yo una foto?;
- Sí sí, acomódese aquí a la par mía y sonría.
- ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Yo?
- ¡Sí! Venga, venga, por favor.

Él no sabía que hacer, en aquella "congoja" que se le notaba tampoco podía creer cómo alguien le podía pedir a una foto. No solo me permitió la foto, también me ofreció matrimonio, y que nada me iba a faltar, que él trabajaba duro y que también tenía un camión, que ese también produce bastante. Así en la foto si nos ven de cerquita la gente iba a creer que éramos novios.

Ante este halago tan poco usual me hizo pensar en la riqueza que abunda en el corazón de las personas sencillas, de esas que así de pronto se sueltan y ofrecen todo lo que tienen, se dan y se entregan, cuyos afanes son vivir, comer y disfrutar... hoy... porque mañana puede no haber... Esas que solo tienen una cara, la de la humildad, la de la sencillez, con la cultura tan arraigada que no la pueden ocultar,  muy lejos de los que se sienten orgullosos de conocer más que otros y de hacerles creer que la ignorancia los inunda y los empobrece.

Luego de la foto y al decirle que no me podía casar con él, me volvió a sonreír, no dejó de hacerlo nunca y se despidió diciendo:

- Señorita, talvez algún día nos volvamos a encontrar.


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