“No todo es ya ni ahora, la vida toma su tiempo. Hay años que
hacen preguntas, otros que dan respuestas”, leí por ahí una vez, y así comienzo
la descripción de una arquitectura que tiene más de 260 años en un pueblito
sencillo, blanco, de clima frío pero de corazón cálido.
Hace algún tiempo, antes de que conociera Taxco, me
compartieron un video en el que la expositora que participaba en un TedX decía :
“Ya nadie se preocupa en construir iglesias, en hacer un templo que tarde años”.
Suelo relacionar los lugares con recuerdos, personas y olores.
Al llegar al Templo de Santa Prisca, este recuerdo salió en automático. Empezando porque al verlo por
fuera es imponente, alto, sin mucho color, pero con una arquitectura cargada de
detalles. Al entrar, sentí un escalofrío, como si fuera a otra dimensión donde lo
espiritual domina lo físico, adentro sí todo lo que brilla es oro. Cada pared,
cada esquina, cada rincón tiene un baño de oro, producto de siete años de construcción.
Lejos de pensar en el arte de esta edificación, en que si los
templos deben o no ser ostentosos, la recreación mental me llevó de nuevo al
video: “Ya nadie se preocupa en construir iglesias, en hacer un templo que
tarde años”.
Ciertamente estamos en momentos donde la inmediatez, lo
rápido, lo automatizado es lo que impera, y pensar a largo plazo deja de ser
importante por atender las prioridades, todo urge, todo, todo, todo, todo,
todo, todo, todo ya. Todo lleva una velocidad, entre más rápido mejor, así se
sale de esto, nos brincamos etapas, nos saltamos momentos, omitimos detalles, la
ansiedad por el futuro nos carcome y de un momento a otros nos encontramos en
una autopista del carril rápido viviendo la vida, y apúrese porque viene
alguien detrás, que si no se quita se lo lleva…. Supuestamente… viviendo la
vida.
Y así es. Ante el Templo de Santa Prisca, queda solo una
manera de volver a ver la vida: ¿Cuál es el templo que quiero construir para mí?
Es ese el lugar sagrado, de respeto, de amor propio el que uno construye, o es
un “prefabricado” de corta duración y al que un viento fuerte sin necesidad de
ser huracán derriba.
¿Quiero lo mejor de lo mejor para que esté adentro? O ¿Es más
importante la fachada que el material de construcción? Sencillamente uno merece
darse lo mejor, cuidar el corazón, pulir ese oro del que estamos construidos, y
al mismo tiempo brillar, lucir los dones que cada uno tiene, ninguna lámpara da
luz debajo de una mesa.
Y es que la materia prima para que un templo se mantenga en
años, que soporte cambios de clima, exposiciones a químicos, temblores no es si es de ladrillo,
cemento o tablilla… es el tiempo que le quiera dedicar, la esencia, los
detalles, el esfuerzo. ¿Cuál es el tiempo que estamos dispuestos a invertir en
hacer construcciones de largo plazo? No en lo inmediato, que es efímero, si no
en lo esencial que hace que trascienda el paso por este mundo.
Vencer al tiempo, una lucha primordial de toda la humanidad, pero en nosotros mismos va mas por transcender que por perdurar, como quedarnos por siempre siendo tan efímeros, la vida "ese pequeno parentesis" decia Benedetti, "sin hijo ni arbol ni libro" canta Silvio, que bonito post, la verdad me deja mucho para pensar.
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